La Princesa del Sahara Enseña. Part.2
La princesa del Sahara
Recuerda
Hacía
tanto calor que podía sentir cómo mis pies ardían sobre la tierra árida, pero
me resultaba divertido hacer rabiar a mi hermano, lanzándole las chanclas, que
mis padres españoles me habían regalado en una de mis visitas de verano. Él era
demasiado torpe para trepar un árbol, por ese motivo, el que proporcionaba
sombra a nuestra jaima, era mi lugar favorito para esconderme, para tener mis
momentos de soledad.
Deseaba
poder volar y llevar a mi hermano pequeño, a mi padre y a mi madre, enferma,
conmigo a España. Deseaba constantemente poder darles una vida mejor, como la
que yo había tenido la oportunidad de disfrutar. Por desgracia, también comprobé,
que no todas las personas que decían estar dispuestas a acoger a un niño y a
hacerse responsable, lo decían de corazón. Yo lo viví en mis propias carnes.
Sentí el rechazo de una persona que, realmente, no tenía la voluntad de cuidar
de una niña a la que no entendía.
Recuerdo
que lloré muchísimo durante el corto periodo de tiempo que estuve con aquella
señora. Sentía demasiado evidente su rechazo. No me sentía querida, ni protegida, ni
respetada.
Afortunadamente, el hecho de que aquella mujer me dejara, me devolviera, como si yo fuera un juguete defectuoso, no fue más que una llamada de los cielos para que mis padres me encontraran.
(Primera página de mi obra La Princesa del Sahara)
Comentarios
Publicar un comentario