The voice Within shouting out
Hola, mi nombre es Vanessa Rodríguez y me dedico a plasmar
sentimientos y emociones en novelas y relatos, como este, La Princesa del
Sahara. Del que hablare más tarde.
Soy de Ayamonte, un pueblo lleno de historias, de leyendas, de
mitología. Un pueblo del que se ha dicho, incluso, que pertenecía al centro de
la mítica Atlántida.
Según cuenta la leyenda se cree que una ciudad llamada
Tartessos, de quienes se decía, eran los más cultos de los iberos, que tenían escritura
propia y escritos históricos en prosa y en poesía, estuvo situada en una de las
barriadas de Ayamonte. «Y, siguiendo las órdenes del Oráculo, varios pueblos
Tirios y Fenicios poblaron este lugar donde abundaban los caños de agua».
Proviniendo de un pueblo como este, siendo heredera de esta
cultura ancestral, no podía sino encontrar mi propio camino, mi propia manera
de transmitir la cultura, que es crear y transmitir sentimientos y emociones.
Mis obras no son solamente historias entretenidas, son
historias con mensajes que necesitan ser entregados, que necesitan ser oídos, leídos,
compartidos.
The voice within es esa voz interior que nos guía a veces,
cuando conseguimos oírla, y nos enseña que existe un camino que creíamos inexistente.
Cuando yo era pequeña ni siquiera sabía que algún día aprendería
que existen cosas que no vemos, pero que están ahí, y que nos influyen, que nos
guían, que nos ayudan a continuar. Tal vez un gesto, una sonrisa de un
desconocido, un acto de, generosidad, y cuando hablo de generosidad no me
refiero al dinero. La generosidad es algo mas valioso que el dinero, es algo
que no ayuda al cuerpo, sino al alma.
Yo siempre me sentí diferente, mis gustos sobre colores, música,
hobbies…los lugares a los que deseaba viajar, los personajes a los me gustaría conocer,
los libros que quería leer, los momentos históricos mas llamativos e
interesantes para mí, siempre fueron muy diferentes de los de las personas de
las que me rodeaban.
A mi me gustaba aprender, y cada día trataba de aprender
algo nuevo y si eso que aprendía me interesaba, trataba de mejorar. Por ejemplo,
yo veía a mi abuela coser y hacer trajes enteros con sus propias manos y yo la
observaba y trataba de aprender como lo hacía, hasta que un día, comencé a
utilizar los retales que ella dejaba, para hacer mis propios trajes, en versión
miniatura, pues eran trajes que colocaba en las muñecas. Supongo que de ahí viene
que el diseño sea uno de mis hobbies.
También observaba a mi madre, que solía colocar sobre la
mesa una pesada máquina de escribir, que atraía mi atención cada vez que sonaba
al marcar una de las letras. Ella escribía sus poesías en esa maquina y yo me
quedaba observando como lo hacía y después le quitaba a escondidas las poesías para
ver como lo había hecho. Todavía era demasiado pequeña para conocer las estructuras
de un poema, pero sabía que lo que escribiera, al menos, debía rimar, así que empecé
a coger pedazos de papel, como hacía ella y escribía ahí palabras y frases sin
sentido. Cuando fui creciendo esos pedazos de papel continuaron formando parte
de mi vida, solo que las cosas que escribía comenzaban a tener sentido.
Siendo ya mayor, la poesía quedo relegada a un segundo plano.
Prefería dedicar mas tiempo a leer novelas, como; Orgullo y Prejuicio o Sentido
y Sensibilidad de Jane Austen, los cazadores oscuros de Sherrilyn Kenyon, el
gato negro y otros relatos o el cuervo de Alan Poe, El Corsario de Lord Byron, 120
días de Sodoma o Justine o los infortunios de la virtud del Marques de Sade. Incluso
me llamó la curiosidad por leer el arte de la guerra de Sun Tzu. Una lectura
bastante variada.
Pero no solo la lectura llamaba mi atención, la arqueología,
la historia y las antiguas civilizaciones siempre me habían cautivado. Pero todos
sabemos que no todos los movimientos de la humanidad han sido dignos de alabar.
Hubo una época en mi vida en la que el tema de la esclavitud
me rondaba allá donde iba, tanto era, que incluso comencé a escribir una historia
sobre este tema, pero trasladado a esta época moderna. Pero no conseguí
acabarla. Me resultaba muy duro escribir ciertas cosas, y pensaba, ¿y si
alguien se siente ofendido o y si alguien se siente herido? Escribir sobre este
tema supone remover demasiado, y no fui capaz de continuar. Pero aun la tengo
guardada. Tal vez algún día me sienta con la fuerza suficiente, no solo para
continuar, sino para acabarla y hacerlo de manera que pueda sentirme orgullosa con
el resultado.
Mas o menos sobre esa época, también comencé a ayudar a extranjeros
a aprender el idioma español, así que hablaba con gente de todas partes del mundo,
rusia, Italia, Brasil, Francia… aunque aquellos que se ponían en contacto
conmigo, eran, sobre todo, gente asiática. Tuvimos momentos muy divertidos, incluso
yo conseguí aprender alguna que otra palabra en chino y en japones. Una de esas
personas era un joven coreano. El me enseño algunas palabras y también me conto
muchas cosas sobre su país, sobre él, sobre su familia. Y una de esas cosas que
me conto, fue una historia que hacia referencia a su hermano y a un artista
coreano. Y gracias a este joven y a esta historia, comencé a escribir mi
primera novela “Seducción”.
No la escribí del tirón, me costó bastante, porque comencé a
apuntar ideas para agregar a la idea principal e ir dando forma a lo que acabaría
siendo un pícaro romance de unión entre dos personas, dos culturas.
Me sentí bien cuando, después de haber perdido los folios con
los apuntes, vi que lo que me contó se me había quedado grabado tan profundo,
que pude volver a escribirlo casi desde el comienzo. Y me sentí incluso mejor,
cuando vi que, lo que había comenzado siendo un proyecto sin un final claro,
acabo teniendo su propia portada, su propia imagen, que los personajes habían adoptado
su propia personalidad, su carácter, que gustaban mas o menos, que cada uno de
ellos crecía a su manera a medida que se narraba la historia. Me sentía muchísimo
mejor cuando alguien me decía, pues tal personaje no me cae bien porque hace
esto o aquello, pero tal personaje me encanta, es tan adorable… ¿y no vas a
escribir una segunda parte?
Creo que es algo maravilloso que alguien te pida una segunda
parte de una de tus obras porque se ha quedado enamorada de la historia y de
los personajes.
Pero Seducción no fueron todo buenos momentos, también aprendí
de esos malos momentos, de esas malas experiencias en las que no voy a entrar
más, porque ya solo queda lo aprendido.
Estuve como dos años intentando mover mi primera novela “Seducción”
y ya casi me había dado por vencida, entonces llegó esto que nos obligó a
encerrarnos y a mi personalmente, me obligó a buscar algo que mantuviera mi
mente distraída. Durante ese tiempo, no sé por qué, me apetecía ver pelis de
miedo, y entonces pensé, ¿por qué no escribo algo de terror? Aunque sea solo
para mí. Y así nació la idea que dio vida a mi primer relato corto, un relato de
terror “Amén”. Un relato narrado por una novicia, que ve y experimentas cosas
que pondrían la piel de gallina al lector. Este relato fue lanzado en formato
digital durante el confinamiento.
Cuando comenzamos a salir y pude por fin volver a sentir el
agua de la playa en mis pies, pude despejar mi mente un poco, al menos lo
suficiente como para comenzar a oír de nuevo historias que me calaban, sucesos
que sentía la necesidad de denunciar de alguna manera. Y comencé a escribir la
idea principal de lo que hoy es La princesa del Sahara.
Pero no fue ese mi segundo relato corto. Fue Aaminah, una
historia que el lector puede encontrar de forma gratuita en mi blog: www.vanesarodriguez.com y que leí por
primera vez durante la que fue también mi primera presentación en Ayamonte como
escritora, que fue el día del libro de este mismo año.
Ese día conocí a gente que desearía haber conocido antes,
pero se que cada cual llega cuando tiene que llegar. He conocido a personas que
me han enseñado que, aunque hay gente capaz de cualquier cosa porque no les
gusta sentirse inferiores, o porque no quieren ver crecer a otra persona, o
porque no quieren ayudar a una mujer joven e inocente, en ciertos aspectos, a
conseguir cumplir sus propósitos, también hay gente que hace todo lo contrario.
Personas que, incluso sin conocerte, te brindan su ayuda desinteresadamente, te
ayudan a creer en ti misma, personas que secan tus lagrimas y te dicen esas
palabras que necesitas oír. Hay personas que, sabiendo que yo suelo ser
bastante arisca, me abrazaron y consiguieron que mi estado de humor cambiase
radicalmente con solo una llamada, unas palabras, una sonrisa, una muestra de
apoyo desinteresado y honesto.
Con ellos hable de mis obras, de mis diseños, de mis frases célebres,
de mis fotografías, de mis libros de canciones, las cuales escribo siempre que
necesito soltar un poco de peso. Mis canciones tratan diversos temas, pero la mayoría
de ellas tienen letras profundas que muestran mi lado mas vulnerable.
Estas personas, me ayudaron también a ver todo lo bueno que
hay en mí, el arte que hay en mí, me enseñaron que tenia que tener mas
seguridad en mi misma y creer en mi por encima de todas las cosas. Creer en lo
que puedo hacer, y ente momento, en lo que puedo hacer con mi tercer relato
corto, y el más importante hasta ahora: La princesa del Sahara.
Este relato me resultó bastante duro de escribir, no solo
por la carga emocional al pasar a papel historias que ya conocía, sino por los
sentimientos que fui desarrollando mientras lo leía y releía para su corrección.
No se cuantas veces lo leí, demasiadas, porque ni una sola
vez conseguí leerlo sin acabar derramando alguna que otra lagrima.
Eran demasiadas voces, demasiadas emociones, demasiados
sentimientos, que me envolvían y me hacían borrar, escribir, reescribir, modificar,
poner, quitar…
Al final, lo que comenzó siendo la historia de una niña,
acabo siendo la historia de cientos de personas, una historia cruda pero real. Real
porque toca temas tan delicados como la guerra o el destino de las niñas
saharauis. Real porque nos enseña cómo sobreviven están personas en el desierto
y como, incluso, son felices con lo que tienen, a pesar de no tener ni la mitad
de las comodidades que nosotros disfrutamos. Ellos no tienen un móvil de alta
gama para miembro de la familia, no tienen televisores de plasma, no tienen
videojuegos, no tienen comida para despreciar porque están demasiado llenos o
porque no les gusta. Y algunos no tienen, ni cuatro paredes entre las que
refugiarse.
Este relato, La Princesa del Sahara, nos habla de una niña
que se hace a sí misma, y se hace fuerte. Nos habla de una niña que pasa por experiencias
que ningún niño debería pasar y aun así no pierde su sonrisa, no pierde la
esperanza de conseguir sus sueños, sus metas.
Amira tiene mucho que contar, tiene mucho que enseñar.
Amira es la unión de esas voces que necesitan ser oídas
Y comenzaran a ser oídas, o mas bien, leídas, a partir del día
7 de junio, día en el que saldrá a la venta este relato bilingüe. Escrito en
español y en francés.
Un relato que no podéis dejar pasar, por eso os dejare los
lugares en los que podréis seguirme y encontrar todo y mas sobre mis obras y
por supuesto sobre “La princesa del Sahara”.
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